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Haya por el año 2012 un articulo del periódico Cinco Días decía algo así:

La tecnología se integra de manera definitiva y natural en las nuevas generaciones, convirtiéndose en un elemento clave. La socialización de las TIC, gracias al uso de las aplicaciones móviles en gran medida, es cada vez más sencilla.

Pero no es solo una cuestión tecnológica. La evolución social que se ha producido a causa del uso de la tecnología como un instrumento relacional y de aprendizaje obliga a repensar las habilidades personales y profesionales requeridas para adaptarse a este nuevo ecosistema. Los entornos abiertos, fruto de este nuevo modelo, incentivan la conexión de redes entre nodos al mismo nivel que las propias competencias y los conocimientos personales. La conjunción entre ambos, junto a la capacidad relacional, revierte en credibilidad, creatividad y reputación.

Esta revisión de roles se debe producir en todos los ámbitos, empezando por el primero de ellos: la escuela. Esta prioriza todavía la estandarización, la uniformidad y la parametrización haciendo que los sistemas para aprender resulten microsistemas industriales. Esta idea choca con la propuesta de los trabajadores del conocimiento que, hace ya más de 50 años, lanzó Peter Drucker reclamando una conexión entre escuelas y universidades con el mundo empresarial. Una buena experiencia de aprendizaje escolar será efectiva para la adaptación de la persona en otros ámbitos. También en el profesional.

Por su parte, la empresa, anclada en el pasado, sigue leyendo de forma lineal, textual, de izquierda a derecha, de arriba abajo. Difícilmente, esta lectura será útil a la hora de pensar y explicar un producto o servicio en la sociedad red. Explorar, disrumpir, moldear, empoderar, cooperar son opciones más interesantes y afines al contexto actual. El mundo laboral demanda al profesional más capacidad de movilidad, flexibilidad y creatividad. Lynda Gratton, en su libro The Future of Work is Here, analiza la profunda transformación del concepto trabajo. De hecho, afirma que nos encontramos ante un nuevo paradigma, donde la necesidad del profesional para reinventar la propia ocupación es una realidad. Debe encontrar en ello una recompensa emocional. Las empresas necesitan integrar personas autónomas que, próximas a sus ámbitos de desarrollo o interés, sean capaces de formar parte de redes abiertas. Son los knowmads, los artesanos del siglo XXI.

John Moravec llama a los nuevos perfiles profesionales knówmadas por su flexibilidad: pueden trabajar en cualquier lugar, con cualquier persona y en cualquier momento. El aprendizaje invisible, concepto sobre el cual han reflexionado el propio Moravec y Cristóbal Cobo, define el espacio entre el conocimiento y la tecnología. Los espacios informales, caóticos, sociales… favorecen este tipo de aprendizaje donde la tecnología se convierte en herramienta. El knowmad ya no está dispuesto a delegar únicamente su formación en una determinada institución, sino que genera su propio entorno (Personal Learning Environment, PLE). Los instrumentos de que actualmente disponemos, como explicaron durante el Congreso PLE en Citilab Ismael Peña y Jordi Adell, permiten que la persona escoja las fuentes y los recursos que considere más adecuados, más allá de un espacio académico concreto.

Las escuelas pueden ayudar a construir el propio PLE y a aproximarse a otros entornos de aprendizaje personales y/o a comunidades de práctica que se vinculen a su ámbito de interés. Si se logra esta interrelación entre la persona y el ámbito profesional, a través de la escuela, se rompen las barreras y se consigue un marco relacional/práctico más interesante.

Internet permite que, una vez iniciada la construcción de este entorno, se pueda modificar según los propios intereses. Los llamados Personal Learning Network (PLN) son el instrumento para construir las fuentes de conocimiento: blogs, redes sociales, wikis, etc. La flexibilidad es máxima. La línea entre el ámbito de la empresa y el de la educación queda difuminada en la adopción de este modelo. La comunidad educativa y de investigación, relacionada con un determinado tema, puede interactuar con comunidades de práctica de empresas.

Este escenario obliga a una profunda transformación de los entornos laborales. Se requieren espacios adaptables, donde la virtualidad y la movilidad son esenciales para generar ecosistemas versátiles para la innovación. Este modelo se ha popularizado con el término coworking. Las empresas del siglo XXI deben mostrar una actitud más abierta, revisar y flexibilizar con agilidad su organización, priorizando, por ejemplo, redes horizontales ante estructuras jerárquicas, si quieren integrar el talento de la generación knowmad y aspiran a conseguir que sus capacidades se desarrollen de la manera más óptima.

Hoy casi ocho años después y tras el confinamiento que hemos tenido en España y la crisis a nivel mundial por el COVID19, tengo que reconocer que todo esto va a recibir un gran empujón y nos va a llevar a un cambio social que ya estábamos viendo viendo venir.

Pero también tengo que reconocer que otras muchas van a quedar en entredicho como es le coworking, el compartir pisos, economía colaborativas……… no quiero decir que vayan a desaparecer pero que vamos a tener otra revolución y nos vamos a tener que reinventar una vez más.

Hace 8 años empezábamos a ser Knowmadas y hoy en día como dice Raque Roca somos Sivers Surfers nunca mejor dicho y ya pasamos de los cincuenta años……… por eso no se deja de ser knowmad.

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