Estar consciente de lo que nos rodea no quiere decir que veamos las cosas a primera vista.
Aunque Sherlock Holmes es ciertamente un personaje ficticio, es muy interesante observarlo en acción. Muchas veces él advierte la presencia de algo que no encaja con el contexto esperado. En otras ocasiones él encuentra algo ausente que normalmente debería estar presente en un contexto dado. Sherlock observa muy cuidadosamente, analíticamente, y percibe cosas que la mayoría pasaría por alto.
Realmente, tu nunca sabes lo que te puedes perder si tu no está mirando a tu alrededor, no quiero decir que estés siempre en guardia, ni a la defensiva, pero si la mayoría de nosotros estamos tan concentrados en nuestra propia vida que nos perdemos de “disfrutar la vida”, como se dice. Estar más pendiente de lo que te rodea es bueno para tu supervivencia, y tal vez incluso, para encontrar gemas inesperadas.
Quizás tu notes un restaurante nuevo que no habías visto, o mira a un bebé sonriéndole, o vea a un viejo amigo que casi pasa por alto. La vida no es siempre puro trabajo. Toma un momento para contemplar tu alrededor y aprende de lo que el mundo tiene para mostrarte, es un regalo que te da cada día, disfrútalo.
No es nuevo, pero en un mundo que cada vez vive más acelerado, en el que se consume más y más deprisa, en el que se come más y más rápido, sin apreciar la calidad de los alimentos o disfrutar de una buena conversación mientras se toma un café, cada vez cobra más sentido el movimiento slow food.
Nacido en 1986 en contraposición de las entonces incipientes cadenas de restauración “fast food”, cada vez son más los locales en España se se apuntan a un movimiento que apuesta por la calidad frente a la cantidad. Te mostramos todas sus claves.
En 1989 Carlo Petrini, un por entonces famoso crítico gastronómico que había colaborado con la publicación Gambero Rosso (la guía Michelin italiana), horrorizado por el pujante auge que por aquel entonces comenzaban a tener las cadenas de restauración fast food en el viejo continente, publica su manifiesto “Slow Food”, un documento de apenas una página de extensión en que se afirma: “la velocidad nos ha encadenado, todos somos somos presa del mismo virus: la ‘Fast-Life’, que conmociona nuestros hábitos, invade nuestros hogares, y nos obliga a nutrirnos con el “Fast-Food”.
Tras denunciar los males de la sociedad moderna que nos ha tocado vivir, el manifiesto conmina a una vuelta a los orígenes, a aprender a disfrutar de una buena comida, a tomarnos en definitiva, la vida con más calma: “Contrariamente a aquellos, que son los más, que confunden la eficiencia con el frenesí, proponemos como vacuna una adecuada porción de placeres sensuales asegurados, suministrados de tal modo que proporcionen un goce lento y prolongado”.
A partir de aquí, como suelen decir el manido tópico, el resto es historia. Petrini funda la Universidad de las Ciencias Gastronómicas, convirtiéndose en pocos años en todo un referente para el mundo de los estudios gastronómicos, extendiendo su influencia no sólo sobre los propios locales y sedes de la asociación (conocidas como Convivia), sino sobre una parte importante del mundo de la restauración que, sobre todo durante los últimos años, decide abrazar los principios slow. Pero ¿Cuáles son estos principios?
Principios Slow Food
Como comentábamos antes, la asociación de Petrini pone en práctica los principios slow tanto a través de su Universidad de Ciencias Gastronómicas (que organiza ferias alimentarias, organiza eventos para promocionar productos con Denominación de Origen, fomentar la cultura de lo local, etc.) como en su nutrida red de centros Convivia (existen 800 centros en todo el mundo), locales en los que todos los interesados pueden disfrutar de una comida “a fuego lento”, sin prisas.
Además, cualquier restaurante, cafetería, local, etc. puede abrazar los principios del movimiento slow y ofrecer a sus clientes una experiencia que dista mucho de ese frenesí del que hablamos al principio del artículo. Pero veamos cuáles son exactamente estos principios:
1. Otorgar dignidad cultura tanto a la comida como a la alimentación (comer no es consumir, es alimentarse, es un hecho cultural).
2. Individualizar los productos alimenticios y las modalidades de producción ligados a un territorio, en una óptica de salvaguardia de la biodiversidad, promoviendo su categoría protección en tanto que bienes culturales (refiriéndose en este punto a la promoción y valoración de los productos con Denominación de Origen).
3. Elevar la cultura alimentaria de la ciudadanía y, en particular, de las generaciones más jóvenes, con el objetivo de lograr la plena conciencia del derecho al placer y al gusto.
4. Promover la práctica de una calidad de vida distinta, basada en el respeto al ritmo y tiempo naturales, al ambiente y la salud de los consumidores, favoreciendo la fruición de aquellos que representen la máxima expresión cualitativa.
El movimiento Slow
Inspirado en los principios del Slow Food, en los últimos años hemos asistido al auge del movimiento slow, que traslada los principios de Petrini a otras áreas de actividad humana y empresarial. El movimiento slow promueve calmar las actividades humanas, “tomar el control del tiempo, más que someterse a su tiranía” dando prioridad a las actividades que redundan en beneficio de las personas.
Plasmado por el autor francés Carl Honoré en su best-seller “Elogio de la lentitud” el movimiento slow puede aplicarse a cualquier ámbito de nuestra vida diaria (desde la educación hasta el sexo), y no son pocas las empresas que más allá de la alimentación procuran promocionar otra forma de entender la vida.
Existen por ejemplo un nutrido grupo de empresas alemanas que, adheridas al movimiento slow decidieron que la “actitud sin prisa” no significaba hacer menos, ni ser menos productivos, sino trabajar mejor sin ser esclavos del tiempo. Estas empresas redujeron su jornada laboral hasta las 10 horas semanales y curiosamente, la productividad de sus plantillas aumentó un 20%.
Y no hablamos precisamente de empresas “extrañas”. Sin ir más lejos IBM, una empresa poco sospechosa en todos los sentidos, fue pionera a la hora de adoptar una filosofía slow. Y es que principios como la flexibilidad laboral, la conciliación o el espacio para desarrollar proyectos personales que ahora parecen estar tan en boga en las memorias RSC de las empresas, eran completas desconocidas hace unos años.
En España, actores como la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE) llevan años reclamando una jornada laboral sostenible, que deje de fomentarse el presentismo y que los trabajadores realmente puedan conciliar su vida profesional y laboral.
Los principios del movimiento slow suenan extraños para muchos que están convencidos de que por ejemplo, para salir de la crisis hay que trabajar más y ganar menos, pero…¿no será precisamente que la solución está en el extremo opuesto?
Ya te digo esto no es nuevo, pero hoy lo he rescatado de mis notas, pues después de once años creo que me ha marcado mucho en la forma de ser, sobre todo en la forma de ver la vida.
Video muy ilustrativo del movimiento slow en Suecia. Y como nos puede ayudar en la vida diaria.